sábado, 13 de febrero de 2010

A horcajadas por la vida.

La lluvia en el cristal, tintineando. Los gemidos de la piel, con ella entremezclados. Crepitan, como leños incendiados. Estamos aquí por un deseo. Todo está bien. El sonido del río, nos va llenando. Discurren sus aguas sedosas, por las manos. A horcajadas sobre tí. Me siento. Reina. Deseada. Te deseo. Nos incendiamos. Los besos tejen hilos de luz, para alumbrarnos. Me acoplo a tus latidos. Pulsando sensaciones voladoras. Se acelera el corazón, impacientado. Tu voz imprime ritmo a mis caderas. Nos vamos elevando. Nuestras mentes adormecen, vibran bajo. Tapados por las bocas, los jadeos. Jugamos. Entregados el juego más sublime. Tu lengua me posee. Volviendo esclavos. Mi piel y mis rincones desvelados. Por la magia de tu fuerza. Por el vigor que imprimes a tus actos. Me invitas a subir más lentamente. Descansamos. Pero es tal la necesidad de oir tu risa. Que no puedo parar. Y por laderas empinadas, te conduzco. Subiendo unidos, se funden los jadeos y nuestras manos. Enseguida, la cumbre vislumbramos. En la urgencia de llegar, las nubes le apartamos. Aquellas que formaron en las noches. Los besos presentidos. Los sueños deseados. Las palabras sopladas al futuro. Conformando. Una nueva realidad. Un horizonte. En susurros de amor, fundamentado. Sobrevolar cumbres de montañas. Renacer. Besando nubes. Derramarnos.

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